Es un hecho conocido que las obras de arte responden siempre en alguna medida a su contexto social temporal. Este mismo principio aplica también para el diseño en general y, por tanto, para la arquitectura. Rastrear el momento histórico en el que nace la actual Biblioteca de las Artes resulta esencial para apreciar tanto su riqueza formal y tangible como el valor de su transformación funcional a lo largo de los años. Para este propósito, se desglosarán diferentes análisis que apuntan a una apreciación crítica e integral del edificio.  

Los años cincuenta, Ecuador, la gran época de bonanza económica. A principios de la década el país comienza a acomodarse a un profundo cambio de matriz económica. El llamado ¨boom bananero¨ (1940 – 1950) tuvo una fuerte incidencia en el positivo crecimiento económico del país, así como su integración al mercado internacional. Asegurado un lugar allí, el país se suma a un mecanismo global cada vez más orientado por la idea del progreso y el consumo. Un proceso que se puede evidenciar en la producción arquitectónica de la época gracias al gasto público e inversión que posibilitó la economía de la época.  

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La relación entre el capital y las artes puede resultar controversial y compleja, por lo que no debe ser simplificada de manera insensata. Particularmente hablando de la arquitectura, este vínculo se manifiesta en la predilección del capital sobre el oficio, proceder que resulta predecible en un sistema estructurado capitalista. Si bien esta relación puede parecer muchas veces obvia y, de hecho, este superficialmente normalizada como ¨presupuesto¨, no atenúa la influencia que ejerce sobre la práctica arquitectónica: el modo en el que el régimen económico le permite existir a la arquitectura, las posibilidades que pueda llegar a experimentar en estructura, función o estética.  

La arquitectura moderna es quizá el movimiento más influyente de la historia de la arquitectura. Si bien en principio sus planteamientos radicales contra la tradición y el ornamento infructuoso enfrentaron grandes críticas y desméritos; una vez consolidado el movimiento moderno alrededor de los años treinta, fue cada vez más inevitable su asociación con la idea instaurada del progreso en mundo occidental, una sociedad con un anhelo cada vez más grande de producción con el único fin de ser capaces de consumir.

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En 1954, en la mitad del Centro Histórico de Guayaquil el arquitecto Karl Khon,  levanta un edificio de presencia monumental proyectado para ser la sede del Banco de Descuento que aun funcionaba en la época. El edificio es impotente imponente a la vista, presenta fuertes características del racionalismo europeo como se evidencia en sus grandes columnas, la ortogonalidad, la planta libre dispuesta a su entrada, entre otros.  

Una obra así, en su momento histórico, representa justamente la modernidad a la que apunta: la llegada del progreso y la tecnología. La obra se anida en el seno de una aspirante sociedad industrial y de economía capitalista, y responde a ella tanto en su ¨forma¨ cómo en su ¨función¨. 

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Al hablar de su forma, es importante destacar la alineación de su diseño con las características de la arquitectura moderna y como estas son fácilmente reconocibles en la experimentación realizada en el análisis de las operaciones formales. Empezando con el énfasis realizado en las formas rectangulares, así como las líneas verticales, que se pueden apreciar desde la fachada y entrada principal, hasta el interior con la disposición vista de las columnas. Además, es muy evidente la intención por espacios interiores abiertos y fluidos (que si bien se destacan después de la reciente intervención de rehabilitación) que se plantean a través del gran pozo circular de luz que hace las veces de un gran atrio dentro de la edificación. Complementario a esta decisión en el diseño se suma el uso generoso del vidrio y de la luz natural: grandes ventanales se extienden de piso a techo repartiendo luz natural a todos los ámbitos. Igualmente, su fachada de concreto visto y la riqueza interior de texturas en elementos como suelos y pilares refuerzan la idea de la tan valorada honestidad de los materiales.

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El edificio consta de cuatro pisos más una terraza accesible donde funciona una galería de arte junto con una cafetería. La biblioteca, así como sus zonas de lectura, se distribuyen por los cuatro pisos ordenándose a través del gran vacío central que cumple las funciones de atrio. El edificio, además de las dependencias inherentes de la biblioteca, alberga una serie de usos complementarios pensados para diferentes usuarios como son cafeterías, áreas infantiles, mediatecas digitales, galerías de arte y espacios de trabajo destinados para estudiantes o académicos.   

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La vida útil del edificio está marcada por tres etapas importantes determinadas por su modo de ocupación. Desde su construcción en 1954 funcionó como sede del Antiguo Banco de Descuento, entidad que desapareció en 1958 lo que permitió la ocupación por la Superintendencia de Compañías. Esta entidad funcionó en el sitio hasta 30 años después cuando inicia el proceso de intervención para la recuperación de este inmueble gracias a la gestión del Ministerio de Cultura junto con la Universidad de las Artes. La sola existencia de una institución de educación superior dedicada a las artes es un hecho admirable cargado de esperanza para las dinámicas culturales a nivel nacional. Esta visión se manifiesta con determinación en una inscripción visible en el ingreso del edificio que lee: “La educación pública en artes es un derecho”.

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La edificación fue pensada para servir a una entidad bancaria, un lugar que representa poder y estatus; diseñada bajo las características estandarizadas del movimiento moderno fue proyectada para imponer su presencia y la de su dependencia huésped a primera vista.  Por esta razón resulta fascinante que más de medio siglo después, tras la intervención realizada por la Arq. Delia Kingman, ejerza allí la Biblioteca de la Universidad de las Artes.  El cambio de su función resulta casi irónico, el edificio pasó de ser percibido como un lugar de autoridad y riqueza a ser un gran atrio accesible para todos aquellos que busquen el conocimiento. Su planta baja, antes cerrada herméticamente a su exterior, (a la cual solo grandes cantidades de dinero tenían acceso) ahora se abre como una bienvenida a un espacio público consagrado a la información y dinámicas culturales que permita la convergencia de diferentes actores con intereses mutuos por las artes.  

La Biblioteca de las Artes más allá de destacar por su monumental y estética apariencia, representa una promesa para el futuro de la educación en artes y su valoración en la conciencia colectiva. De la autoridad al intercambio, de la privatización a lo público: las artes sobre el capital a través de la arquitectura.  

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Bibliografía

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